Siempre que pensé sobre ello, estuve convencido de querer tener hijos, para mí es la esencia de lo que significa la vida.
Con los numerosos modelos de familia que hay ahora, la familia tradicional es una opción más, pero para mí siempre fue la opción a escoger. Es decir, conseguir una relación estable y duradera con alguien con quien no sea muy difícil llegar a acuerdos, con quien entenderme fácilmente incluso en las peores desavenencias y, lo más difícil, mantener el cariño y respeto, en definitiva, amor.
Este primer paso lo inicié realmente pronto, y gracias a Dios, y sobre todo a la persona increíble que encontré, todo desde entonces ha salido como lo había planeado, aún cuando ni siquiera estaba planeando nada.
Hay una frase de John Lennon, reveladora, que dice «la vida es lo que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes». Hay veces que concebimos la vida como un viaje con un inicio concreto, esto es el nacimiento, y un objetivo también concreto, un destino, un sueño, pero no es cierto. Los fines en la vida van apareciendo constantemente. El de tener hijos era uno de ellos.
Primero vino una niña que, no porque lo diga yo, sino dicho por todo el mundo, es un calco de mí. El parto fue una de las más increíbles experiencias que he tenido, muy especial, irrepetible. Ayudé a mi mujer durante todo el tiempo que estuvo en el paritorio con el trabajo de parto. Es fuerte, impactante, a la vez que tierno y emocionante. Una experiencia cuyas sensaciones no puedes transmitir contándolo, sólo las puedes sentir viviéndolo.
Nada más nacer, la depositaron en el pecho de su madre durante una media hora, y posteriormente la envolvieron en una toquilla y me miraron para ver cómo estaba de ánimo para sostenerla. Yo, por supuesto, accedí y en parte temblando, en parte no sabiendo cómo hacerlo, la agarré y aquello me hizo darme cuenta de que ya incluso antes, desde que supe que íbamos a tener una hija, la quería con locura, habría dado la vida desde aquel momento por ella sin dudarlo.
Sí, aparece una responsabilidad sobre ti que nunca podrás sustituir, estés bien o mal, tendrás que cuidar de ella, alimentarla, educarla, hacerle feliz…pero en ella ves proyectadas todas las buenas cosas que puedes dar a este mundo, es tu proyecto más ambicioso y a la vez el que más satisfacciones y preocupaciones te aportará. No hay manera de sentirse más realizado, que viendo que tus hijos salen adelante y con su cariño, a su manera, te demuestren su agradecimiento.
Como dije en el primer post de esta serie, aún tengo escasa experiencia con hijos, me falta pasar por fases de su desarrollo que imagino son mucho menos agradecidas, pero las afrontaré con la decisión de haber elegido la manera de vivir que siempre quise, formando una familia unida, que se apoya en todo momento, y que es capaz de estar en los buenos y malos momentos. Una familia en la que se pueda decir «al final siempre queda la familia», y por supuesto para todo lo demás también. He de decir que en parte es mi carácter y en parte lo que mis padres me han inculcado.
Ahora que mis padres van eliminando responsabilidades hacia nosotros al habernos ido independizando, echan la vista atrás haciendo balance, y están seguros de que, con los buenos y malos momentos, en todo caso habrían tenido los hijos que han tenido.
Las circunstancias personales, obviamente, condicionan a mucha gente a la hora de decidir tener hijos. Mi opinión es que no hay que ver tener hijos como un reto, sino como una forma de impulsar tu vida. Cuando llegan los hijos, la perspectiva cambia, y eso te cambia siempre para bien. Pero quizás esto lo deje para un tercer post.
Conclusión: si lo estás dudando, deja de hacerlo. Tener hijos es siempre la mejor opción.
Impresiones de un padre más (I)