Cuando alumbró con su linterna aquella hendidura enorme en la pared de la cavidad en la que se encontraba perdida, vio claramente que se trataba de una media luna invertida.
Aficionada a la simbología ya sabía lo que aquella enigmática enseña representaba en diferentes culturas, pero ella había encontrado otros significados. El que más le gustaba —pensaba ahora que la idea se había colado en su cabeza como un rompecabezas que necesitaba resolver— era el de la luz creciente en la Luna tras haber sido eclipsada en su mayor parte por la Tierra, más grande y poderosa, pero ella alzándose firme y decidida, a pesar de la penumbra que la Tierra le causaba al interponerse ante el Sol. En la mayoría de culturas, sin embargo, tenía un sentido de pura protección, capaz de salvaguardar a sus seres amados bajo su forma cóncava.
Entonces recordó los cuentos que le contaba su madre sobre la legión de la media luna, y cómo se llamaba así por ser la guardia que escoltaba al rey o a la reina en sus viajes por tierras amenazadas y los sacaba airosamente de las situaciones más difíciles. Sus casacas militares lucían aquella misma figura bordada en dorado sobre el hombro derecho, con las puntas orientadas hacia abajo.
Una vez le preguntó a su madre de dónde había sacado aquellos cuentos, y ella le explicó que a ella se los había contado su abuelo, que decía descender de un linaje real, ahora ya despojado de toda nobleza y posesiones, al que esta legión había dado servicio. Por supuesto, ella buscó en su día en los libros de historia y rápidamente descubrió que, al menos oficialmente, aquella legión nunca había existido. Todas aquellas historias y aventuras no eran más que cuentos, pero al ver aquella imagen en la pared de su cueva, de alguna manera, se sintió reconfortada, e imaginó que aquella media luna invertida significaba que pronto saldría de allí.