Hoy ha pasado el vigésimo día de cuarentena, la forzosa desde que en España se decretase el Estado de Alarma el día 14 de marzo, más 3 días que nos auto-impusimos.

Los sentimientos, he de decir, son cada vez más extremos, pasando de la tranquilidad al desasosiego a velocidad de vértigo. Estoy intentando aislarme un poco de muchas fuentes de información, para no saturarme y poder dormir un poco por las noches pero es, quizás, lo que más me esté costando de toda esta historia. No por la cuarentena en sí, que la estamos llevando bastante bien, sino porque no soy capaz de gestionar todo lo que me llega desde los medios de comunicación, grupos de Whatsapp, mi familia, amigos… y en ocasiones me tomo mal el que en ámbitos en los que quizás debería primar el esparcimiento, el humor y la desconexión, me lleguen historias alarmistas (ya sean ciertas o bulos) y penas de diversa índole. Luego me doy cuenta de que el problema soy yo dada la situación. Creo que, mentalmente, estoy sobrepasado. No soporto más malas noticias, malos augurios, previsiones nefastas, peligros imprevistos. Soy consciente de lo que tenemos encima de la mesa y lo que está por llegar, pero en mi círculo cercano no ha habido casos graves por ahora, por lo que sólo puedo sentirme afortunado, muy afortunado.

La semana del 16 de marzo estuve con dolor de piernas, tos improductiva, garganta irritada, ligera carga en el pecho, y 38-38.5 ºC de fiebre. Tuve síntomas leves, y creo que pueden casar con la enfermedad que provoca el virus SARS-CoV-2, también llamada COVID-19, y que tantos estragos está causando. En mi caso estaría dentro del 70-80% que no desarrolla una enfermedad grave. Nunca sabré si estuve infectado porque no se están realizando los tests masivos necesarios para saberlo. Llamé al 900 102 112, línea habilitada especialmente para temas relacionados con el coronavirus y me hicieron una serie de preguntas para intentar diagnosticarme por teléfono. La chica que me atendió me dijo que casaba con la enfermedad y que me daban de alta en un fichero para hacerme un seguimiento. Me llamaron después un par de veces en días distintos para ver cómo iba, y saber cuándo superaba la enfermedad que, repito, no sé si fue COVID-19.

¿Por qué insisto en los tests masivos como, por ejemplo, está haciendo Corea del Sur? Parece lógico que una de las claves para frenar una epidemia en su fase inicial de contención es el hacer muchos tests para localizar a personas infectadas y así aislarlas, a ellos y a sus contactos, de manera efectiva. Corea del Sur adquirió experiencia en el brote que tuvo de MERS allá por 2015 [1], y que les hizo diseñar protocolos muy específicos para contener epidemias en sus fases iniciales, y así evitar el colapso sanitario. Han implementado este protocolo para esta pandemia de SARS-CoV-2 [2] mediante anticipación, cerrando espacios públicos en las principales ciudades cuando tenían aún muy pocos casos, puestos drive-through para toma de muestras para analizar a todo el que lo requiera, y seguimiento mediante una aplicación móvil, y utilizando GPS, de la cuarentena a quien lo tenga estipulado (sólo los que hayan dado positivo en las pruebas, hayan tenido contacto con un positivo o tengan síntomas a la espera del resultado). Además hay que tener en cuenta también el carácter del ciudadano surcoreano, responsable y concienciado con estas situaciones, y la transparencia de los organismos públicos que arrojan todos los datos de que disponen. Estos dos últimos asuntos, en España, es lo que veo más complicado de abordar.

Todo esto le ha permitido a Corea del Sur el poder seguir con la mayor parte de su actividad social y económica, no sin perjuicios, claro, pero limitando en gran medida su impacto. Espero que aprendamos para el futuro, y cuando se repita un escenario similar seamos previsores a todos los niveles: político, social, económico, tecnológico y sanitario. En mi opinión, no ha sido el caso esta vez.

En medio de un drama de esta magnitud, de una tragedia sin precedentes desde hace varias generaciones, incluso entonces, estamos obligados a obtener cosas positivas y aprovecharlo en beneficio propio. En una conferencia que tenemos todos los domingos un grupo de amigos ha sido recurrente el tema de cómo en estos tiempos la mente cambia la perspectiva que tenemos de la vida a una velocidad inusual, convirtiendo un proceso que, en condiciones normales, llevaría meses, años, una vida entera, en una transformación que dura días. Todos vamos a aprender muchas cosas valiosas durante este tiempo que estamos viviendo. Y no digo agradables, digo valiosas porque aprender no es siempre un proceso grato, pero se produce inevitablemente por la fuerza de los acontecimientos. Algunas que se me han ocurrido son conocer el valor de lo sencillo, de un abrazo de tus padres, tus hermanos, tus amigos; la necesidad de ser previsor y ahorrar ciertos recursos para malas épocas; la importancia de no estar solo y del calor de una familia; lo efímero que es el bienestar, la tranquilidad, la estabilidad; la fragilidad del ser humano; la bondad y la maldad connatural de muchas personas… Muchas de ellas son susceptibles de ser desarrolladas en posteriores posts, y unos cuantos borradores descansan a la espera.

Acabo con un mensaje de esperanza, de que todo esto, como todas las catástrofes, pasará. En un tiempo lo veremos lejano, la tranquilidad y la estabilidad volverán, y todo el poso de sabiduría que esto haya depositado en nosotros será una ganancia más valiosa que las penurias que podamos haber pasado.

Enlaces de interés

[1] El número de casos por el coronavirus MERS en Corea el Sur alcanza los 150 https://elpais.com/internacional/2015/06/15/actualidad/1434376496_775149.html

[2] El método de Corea del Sur para vencer al coronavirus: de 909 casos diarios a 74 https://www.lavanguardia.com/vida/20200316/474191370262/coronavirus-corea-del-sur-metodo.html

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