La bondad y los niños

¿Qué es lo que atesora la esencia de la inocencia y la bondad pura?
Los niños.
¿Podríamos decir que los niños es donde empieza la bondad humana?
En mi opinión, sí. No podríamos hacer la prueba, pero tengo claro que si un ser humano naciera ya adulto, con todas las vivencias propias de su edad carente de simpleza y naturalidad, no tendría capacidad de repartir bondad. Es un aspecto de las personas, cuya semilla es la inocencia, la ingenuidad, una característica inherente al ser humano. Sin esa semilla no podrían nacer los buenos actos del futuro, y dudo incluso que existiera una ética.
Por tanto, ¿qué podemos esperar de la Humanidad si no protegemos la inocencia de los niños como algo sagrado?
Siempre me ha preocupado este aspecto, pero últimamente siento el desasosiego y la desesperación de ver tanto sufrimiento en los niños, en lugar de que vivan la infancia como tal. No puedo con ello y necesitaba gritarlo.

7 comentarios en “La bondad y los niños

        • Si tuviera toda el tiempo para mí y la vida resuelta, concentraría todas mis energías en ayudar a todos los niños que pudiera. Es una vergüenza la connivencia de la diplomacia internacional y la indolencia de quienes de verdad pueden hacer algo. Hay tantos sitios donde hay tanto trabajo por hacer…qué injusto abandono!

  1. Nacho… qué tema tan complejo… es desolador imaginarte personas que parecen no tener una pedazo de compasión, de humanidad, de amor al prójimo… que pudiendo hacer algo no lo hacen… pero existe también la contra-parte… personas que no somos indiferentes ante el dolor humano y que dentro de la propia posibilidad ayudan: con información, conscientización, tal vez un escrito (como el tuyo), una canción, ayudando físicamente, etc. en lo personal, cuando siento que no puedo hacer nada más, oro… porque tengo fé y porque sé que la oración es una fuerza muy poderosa, y es mi manera de enviar amor a lugares donde físicamente no puedo llegar… no estás sólo en tu sentir, amigo… Un abrazo…

    • Es utópico pensar que pudiera haber un momento en que todos los niños vivieran o al menos tuvieran la posibilidad de vivir una infancia feliz, en este caso escribí para desahogarme. No obstante, siempre haré lo que esté en mi mano para ayudar, y se puede hacer de muchas maneras.
      Hay una escena de «La Lista de Schindler» por la que creo que, puedo decir, es mi película favorita. Al final, cuando todos los judíos que salvó se despiden de él regalándole un anillo de oro que habían forjado ellos mismos. Citan una frase del Talmud que la primera vez que la escuché me dejó noqueado: «Quien salva una vida, salva al mundo entero».

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